Cuando trabajo la imagen con hombres y con mujeres, a menudo en algún momento surge esta reflexión.
Algunas mujeres se quejan de que gestionar bien su imagen es más difícil que en el caso de los hombres, porque tienen más opciones donde elegir: variedad de tipos de prendas, cortes, colores; y eso hace que (aparentemente) sea más sencillo seleccionar -y acertar- para los hombres. En el caso de las mujeres, añade las opciones en maquillaje (aunque los hombres ya se van animando con correctores de ojeras y de tez), corte y color de pelo… Más piezas al puzzle. Además, en mi experiencia observo que en general hay más variedad de estructuras corporales entre las mujeres que entre los hombres, lo que -por cierto- hace técnicamente imposible que una prenda siente bien a todos los tipos de cuerpo. Otro factor más de complejidad.
Algunos hombres, por su parte, suelen quejarse de que con menor variedad de prendas a su disposición es más difícil distinguirse, comunicar el mensaje que desean y transmitir su personalidad– aspecto necesario para no sentirte disfrazado/a. Eso hace que tengan que esforzarse más: ser más coherentes con el mensaje que quieren enviar, y conocer mejor las opciones que lo refuerzan. Claro que también para los hombres dependiendo del sector, del puesto y de otras circunstancias, esta “poca variedad” puede ser mayor o menor: por ejemplo, en sectores o profesiones de contenido muy creativo es habitual valorar positivamente una imagen no convencional (diseños originales, tendencias extremas…), que comunique precisamente tu creatividad y pensamiento “fuera de la caja”.
Un caso extremo son las organizaciones con una política de vestuario fuertemente definida, por ejemplo: traje de chaqueta para todos, hombres y mujeres. El traje uniformiza más, pero siempre se pueden utilizar ciertos aspectos y detalles para diferenciarse, ser coherente, transmitir lo que te hace único y valioso/a sin dejar de lado tu personalidad.
Creo que ambos tienen su parte de razón.
Sin embargo, menos opciones no garantizan más acierto. En mi opinión, la clave está en la educación en imagen. En el colegio no nos enseñaron a vestir, lo mismo que no hemos aprendido (al menos yo) finanzas, emprendimiento ni primeros auxilios. Por eso muchas personas están perdidas en cuanto a su imagen, o se limitan a lo que les funciona bien, sin herramientas para poder liderarla.
Si sabes lo que haces, lo que juega a tu favor estéticamente, lo que quieres comunicar con tu imagen, etc, sabrás elegir entre una amplia variedad de opciones- y también en un abanico más pequeño, y sentir la seguridad que da una imagen excelente. Y por qué no: también disfrutarlo cada día.
¿Qué os parece a vosotros? ¿Cuáles son vuestras mayores dificultades?
PD: ¿Quieres trabajar tu imagen? Contacta conmigo para una sesión de valoración.
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